miércoles, 23 de julio de 2008

Capítulo 2

Por Giovanna Ferreyra

REENCUENTRO CON SU AMIGO

Después de contemplar por largo rato la belleza del paisaje, y dejar volar su mente en ese prodigio de la naturaleza que podía admirar desde su ventana, Pedro escuchó un tímido toqueteo en la puerta. --- ¿Quién es?---, preguntó. ---Soy yo, Matilda mi señor, la encargada de la cocina, he venido a decirle que puede bajar a tomar sus alimentos, mi señor Miguel lo está esperando en el comedor.

En aquel lugar todo es nuevo para Pedro, todo tiene un toque de encanto en perfecta combinación con el lugar, todo lleva un mismo estilo y en todas partes se puede respirar ese olor a hierba fresca, que tanto le gusta.

La casa de Miguel es muy grande, está construida en desniveles sobre la colina que separa a las dos lagunas. Por fuera está cubierta de hierba y tiene unos jardines preciosos que lucen sus puentes colgantes, cuya función es conectar la parte trasera de la casa con la parte frontal, como una especie de atajo para la servidumbre.

En el interior, los muebles de madera de la sala, recámaras y comedor se encuentran colocados armoniosamente y además hay adornos florales por todos lados, y a pesar de que su casa está situada en medio de la selva, todo el tiempo permanece impecable.

Para llegar a la cocina, desde la habitación de Pedro, hay que recorrer un amplio e iluminado pasillo, bajar las escaleras que rematan en la parte central de la sala, donde la pared frontal es de vidrio, lo que permite admirar a toda hora la preciosa vista de las dos lagunas; la Laguna del Bosque Azul a la izquierda y un poco más escondida, la Laguna Encantada, a la derecha.

Del lado derecho de la casa, hay unas pequeñas escaleras que conducen al piso de abajo y del lado izquierdo una entrada en forma de arco cubierta de ladrillos rojos barnizados que da acceso a la cocina, y que como no tiene puerta, antes de entrar a ella, el olor a la comida es bastante provocativo.

Al centro del enorme comedor se encuentra una mesa cuadrada de madera con cupo para 16 personas, que en ese momento luce un mantel blanco, servilletas, cubiertos, copas y los platos colocados de manera perfecta para recibir elegantemente a tres invitados.

---Pasa, acomódate donde más te guste--- dijo Miguel a Pedro, mientras terminaba el contenido de una copa que sujetaba con la mano derecha. –--Esta es tú casa y siéntete libre de hacer en ella lo que te venga en mente---. Pedro simplemente agradeció y se sentó a un lado de la mesa en donde está colocado un solo servicio.

En el interior de la cocina se encuentra a la izquierda la zona donde se prepara la comida, junto a las estufas y los refrigeradores: un poco más al centro se extiende una gran barra que sirve como mesa de trabajo, sobre la que están colocadas las campanas y extractores; y al fondo un enorme horno de piedra sobre el cual cuelga una la alacena donde se guardan trastes y algunos ingredientes que no necesitan refrigeración. Del lado derecho está un pequeño ante comedor; contiguo a la cocina destaca la gran mesa cuadrada alumbrada en ese momento por una lámpara antigua que cuelga sobre ella; recargado en la pared, un mueble con adornos de cerámica, un cuadro del Quijote colgado al centro de esa pared, y frente a éste una gran cava que guarda algunas copas y un abundante surtido de botellas de buenos vinos.

El aroma de la comida que se sirve en esa ocasión es bastante agradable. La cocinera ha preparado una crema de nuez, la carne de res sazonada con menta y finas hierbas. Previamente se habían colocado algunas ensaladas al centro de la mesa. La señora Matilda coordina al personal para que todo quede como Miguel se lo ordene, verifica que el centro de flores luzca sus colores, que los cubiertos y las copas estén correctamente acomodados y que el vino seleccionado para ese evento haga maridaje con la comida.

Matilda, es una mujer de edad madura, acercándose a los cincuenta años; de tez blanca, pero quemada por el sol; de facciones delicadas y complexión robusta. En la cocina usa un gorrito para evitar que el cabello toque la comida y porta un delantal azul. Toda su vida ha trabajado para Miguel y su familia. Ella tiene 4 hijos; Emiliano; que es el chofer de la familia, Juanita; la costurera, Adrián; el pequeño jovencito que recogió a Pedro de la parada del tren y Sofía; la pequeña que aprende las artes de la cocina y acompaña a su mamá a todos lados. Gregorio, su esposo había fallecido hacía dos años, quien había sido el fiel mayordomo y amigo de la familia hasta su muerte.

Mientras Pedro y Miguel se ponían al tanto sobre lo que había pasado con sus respectivos caminos en la vida, entró Adrián para anunciar la llegada de Clarita, la prometida de Miguel, que regresa de un largo viaje. Era la primera vez que conocía el viejo continente y estaba emocionada por contarle sus experiencias a su futura familia.

Durante la comida, Clarita acaparaba la atención con un sinnúmero de historias y descripciones sobre los países que visitó. Ella es una mujer extrovertida, delgada, de cabello negro rizado, ojos expresivos y tez apiñonada como la de su padre, el Señor Marco, creció dentro de una familia española que vino a México a probar suerte con el comercio de artesanías. Estudió artes y tenía gran habilidad para los negocios. Conoció a Miguel durante un verano, cuando ambos coincidieron en la ciudad de Guanajuato, en un festival de arte que se celebra anualmente, ambos comenzaron a salir y decidieron que era momento de unir sus vidas.

Clarita acostumbra llevar consigo una cámara fotográfica a todos los lugares que visita, para captar el más mínimo detalle que llame su atención.

Después de la comida, Pedro pidió a uno de los mozos que lo llevara a recorrer la casa y los jardines, pues desde que llegó estaba impaciente por conocer todo el misterio que encerraba la mansión de la familia de Miguel, además de que con ese pretexto dejaba en un ambiente más íntimo a la feliz pareja.