martes, 10 de febrero de 2009

Capítulo 3

Por Giovanna Ferreyra

EL PRIMER ENCUENTRO

Mientras Pedro da un recorrido por la Mansión, Matilda enseña a Aurora como realizar las labores de la cocina, ---Mira como corto las verduras, el secreto es la forma en la que agarras al cuchillo por el mango y no olvides que antes de comenzar a preparar los alimentos debes lavar muy bien con el fregón y bastante jabón---, le comentó a Matilda, mientas Aurora le contesta a todo con la frase; –--Si Señora---.

Aurora a pesar de haber pasado varios años trabajando en el cuidado de las pencas, sus manos no presentan cicatrices o picaduras de los bichos que se crían como parte de la fauna del lugar. Al contrario, es como si las pencas hubieran cuidado de ellas.

Es una tarde de mucho calor, la servidumbre viste ropa de manta para sentirse más cómoda, misma que Juanita semanas antes confeccionó a los empleados como una de sus obligaciones de costurera. Los hombres visten con pantalones cortos y guayaberas, mientras que las mujeres portan vestidos hasta las rodillas con grandes y coloridas flores bordadas en la parte frontal.

A Aurora le queda muy grande el vestido que le ha prestado Matilda, ya que cuando Juanita confeccionó la ropa para los empleados, Aurora todavía se dedicaba al cuidado de las pencas. Pero a pesar de ser un par de tallas más grande, el vestido le luce muy bien, deja ver más al descubierto sus brazos y al momento que se agacha a moler el chile en el metate, el escote deja ver sus grandes senos moverse al ritmo que prepara un delicioso mole para la cena.

Justo en ese momento, Pedro cruza la puerta de la cocina para beber algo de agua y al voltear a ver a aquella mujer morena detuvo por unos segundos su mirada en aquel par de cántaros de miel. Aurora al sentir la mirada de Pedro, se levantó un poco el vestido para tapar sus senos y le preguntó tímidamente; ---¿Se le ofrece algo al Señor?---, Pedro respondió; ---Sí, quiero una cerveza fría---, mientras se perdía en aquella mirada de ojos verdes y largas pestañas negras.

En ese momento Pedro sintió que algo le oprimía el estómago, era la primera vez que sentía algo parecido al ver a una mujer. Cuando Aurora dejó la cerveza sobre aquella mesa cuadrada, Pedro no le quitó la mirada, veía como se movían sus caderas y esperaba ansioso a que se agachara aquella mujer morena que lo dejó con el corazón latiendo a mil por hora.

Aurora, en vez de regresar a moler el chile en el metate, se siguió hacia la alacena para sacar todos los ingredientes que le hacían falta para terminar de preparar la cena, mientras Pedro la seguía a todos lados con la mirada al mismo tiempo que disfrutaba de su cerveza.

----- ----- ----- -----

Un par de horas más tarde, Pedro fue a su habitación para escribir una carta a su viejo amigo de toda la vida, Agustín, a quien conocía cuando tenía apenas 3 años de edad.

Agustín tiene la misma edad de Pedro, es de complexión alta y fornida, y desde muy joven presumió el bigote y la barba, por lo que siempre ha aparentado mayor edad. Todo el tiempo se le ve con un puro en la mano, vicio heredado de su padre, ya que su familia se dedica a la bien remunerada industria tabacalera, “Tabacos Azteka”.

Agustín se casó a muy temprana edad con Regina, hija de los socios de “Tabacos Azteka”, lo comprometieron cuando a penas cumplía los 15 años de edad. Y a pesar de no haber sido una decisión propia, disfrutaba al máximo su matrimonio, adoraba a su mujer y a sus tres hijos; Alejandra, la hija mayor y los gemelos Pablo y Adolfo.

Pedro, al terminar de escribir la carta para su amigo, llamó a Adrián para que la llevara al correo. Regresó a su cuarto y tomó un descanso mientras llegaba la hora para cenar.

----- ----- ----- -----

A la mañana siguiente, Miguel llevó a Clarita a dar un paseo por las lagunas, mientras que Pedro acompañado por algunos empleados de su amigo, lo acompañaron para realizar aquella investigación que tanto interés causaba en él.

Al llegar a la orilla de la Laguna Encantada, Pedro pidió a los empleados que le trajeran algunas muestras de las pencas para que pudiera analizarlas, al mismo tiempo que le explicaban la forma en que cultivaban y protegían las pencas de los bichos y las tormentas locales.

Braulio, uno de los empleados, ayudaba a Pedro a colocar cada una de las muestras de penca en las diferentes herramientas que llevaba para hacer las pruebas que creía pertinentes para descubrir el misterio que encerraban. Ya que tenía entendido que la gente que trabajaba cerca de esa flora local, presumía de una piel envidiable, suave como la seda, además de provocar cierta euforia en las personas que tomaban una bebida local que preparaban con las pencas llamada “Pomitos”, que era como una especie de cerveza obscura.

----- ----- ----- -----

Ya era casi de noche, cuando Pedro y su grupo de acompañantes regresaron a casa de Miguel. Los empleados se retiraron a sus habitaciones, mientras Pedro se detuvo en la cocina para comer algo, además tenía la esperanza de volver a encontrarse con aquella mujer que le había alborotado el corazón.

Al atravesar la puerta de la cocina, se escucho la voz de Matilda, que platicaba con su hija mientras ordenaba los trastes de la cocina, y al ver a Pedro parado junto a la mesa cuadrada le preguntó si se le ofrecía algo de comer, a lo que contestó inmediatamente: ---Si, tengo mucha hambre. Fue un día muy pesado---.

Al terminar de cenar, se retiró a su habitación con un sentimiento de frustración, por no haberse encontrado con Aurora.